jueves, 11 de marzo de 2010

Un verdadero Pastor de Cristo galardonado en Chile


Harper galardonado en Chile

Por Manuel Quintero.
Ginebra. Suiza.

El pastor Charles Harper, figura emblemática de la lucha por los derechos humanos en el movimiento ecuménico, fue galardonado aquí con la orden Bernardo O’Higgins, en el grado de Gran Oficial, por el representante permanente de Chile ante los organismos internacionales en Ginebra, embajador Carlos Portales.

“A través de esta condecoración, mi país desea agradecerle a usted su trabajo a favor de la protección de los derechos humanos y, fundamentalmente, por todo lo que usted y el Consejo Mundial de Iglesias hicieron por tanta gente que sufrió durante la dictadura militar”, dijo el embajador Portales.

El representante chileno recordó que, a raíz del golpe militar de septiembre de 1973, las iglesias chilenas desarrollaron “un importantísimo trabajo en defensa de tantas y tantos perseguidos durante el régimen militar”.

Esas iglesias y entidades como el Comité Pro Paz y la Vicaría de la Solidaridad “realizaron la defensa jurídica de los perseguidos y constituyeron parte fundamental de la memoria histórica de las violaciones de los derechos humanos durante el régimen militar”, enfatizó.

En ese contexto, la incansable tarea en defensa de los derechos humanos desarrollada por el pastor Harper fue sumamente importante para Chile, protegiendo a individuos, familias y grupos que sufrieron persecución por parte de políticas represivas y apoyando y fortaleciendo a organizaciones humanitarias, señaló el alto diplomático chileno.

Harper, hijo de un matrimonio misionero estadounidense destacado en Brasil, se sumó tempranamente a la lucha anticolonialista a través del Comité Inter Movimientos de Ayuda a los Evacuados (CIMADE), trabajando con jóvenes e inmigrantes argelinos en Marsella a principios de los años sesenta.

De esa época data también su compromiso con los movimientos de liberación de las ex colonias portuguesas en África, primero en el marco de CIMADE y luego como director del Centro Internacional John Knox, apoyando la labor de líderes como Joachim Chissano y Manuel Pascoal (Mozambique), Manuel Videira (Angola), Pedro Pires Rodrigues, Lopes da Silva y José Arauje (Cabo Verde), entre otros, que serían figuras claves en la independencia de esos países.

A partir de 1973, como director de la Oficina de Derechos Humanos para América Latina del Consejo Mundial de Iglesias, Harper desarrollará una sistemática y enérgica denuncia en los foros internacionales de las violaciones de los derechos humanos, y una eficaz protección de muchas personas perseguidas, encarceladas y torturadas en países del continente.

“El 11 de septiembre de 1973 hubo un terremoto en Chile, un terremoto político y militar originado en la maldad humana, en el profundo pecado, que trajo la desesperación, la muerte y el sufrimiento. Un terremoto que despertó la sensibilidad y la conciencia de pueblos y naciones en todo el mundo”, dijo Harper en sus palabras de agradecimiento por el galardón recibido.

Pero si una respuesta fue posible, ello se debió a la voluntad del Consejo Mundial de Iglesias, a la comunidad de iglesias en muchos países comprometida en un servicio a la humanidad fundamentado en la justicia, puntualizó.

Harper se refirió a la contribución del pintor chileno José Venturelli, autor de siete vitrales del templo de la Madeleine en Ginebra con temas de derechos humanos, “una obra que representa un testimonio potente de lucha y de esperanza”.

“Años después de su muerte, su hija obsequió al Consejo Mundial de Iglesias un cuadro de su padre titulado ‘La Piedra’, que muestra a un hombre de pie, protegido por el poncho andino, una mano cerrada y lista para resistir, la otra abierta, llamando al diálogo”.

“Esa mano cerrada es un símbolo de la resistencia al poder ilegítimo y a sus políticas de represión; y esa mano abierta representa el sueño de la libertad y de la democracia reencontrada, una mano extendida a todas y todas en la nación, sin fronteras ideológicas y políticas, y a todos los pueblos del mundo. Una mano de esperanza. Es lo que hemos visto y aprendido de Chile”, concluyó.

A la ceremonia asistieron el pastor Emilio Castro y el pastor Olav Fykse Tveit, ex secretario general y secretario general del Consejo Mundial de Iglesias, respectivamente; funcionarios de ese organismo y de organizaciones de derechos humanos; y miembros de la comunidad chilena en Ginebra. (PE)

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Fuente:
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4362
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