lunes, 28 de junio de 2010

México: El Clero Romano debe volver a los templos


Héctor Cortés Martínez

* La clerecía viola la ley al intervenir en política con desfachatez: Benito Taibo Mahojo * En Polvo, retrata el sincretismo cultural de nuestra sociedad y la pobreza de la condición humana * Hace “un pequeño ajuste de cuentas” con la Iglesia

Para el escritor Benito Adolfo Taibo Mahojo, al clero se le ha olvidado que existieron las Leyes de Reforma, por lo que “debe de volver a sus templos a ejercer su culto y no andar como civiles dando opiniones a diestra y siniestra sobre el manejo social y político del país. Eso nos compete a nosotros. Lo que falta es aplicar la ley, ya ni hablemos de la pederastia, a mí me da igual si los perdona o no la Iglesia, quiénes no los perdonamos somos la sociedad. Tienen que ser juzgados civilmente por los delitos cometidos dentro del fuero común, dejémonos de pendejadas”, enfatiza.

En entrevista con Forum, el autor del libro Polvo (Editorial Planeta, 2010, 273 páginas) critica que los medios de comunicación brinden espacios a los ministros religiosos: “Parece que están necesitados de noticias y las últimas declaraciones del obispo de San Cristóbal de las Casas (Felipe Arizmendi Esquivel) son tan lamentables que no vale la pena repetirlas, tampoco tienen que decir por quién votar. Las Leyes de Reforma estaban muy claras, pero han ido perdiendo su valor porque los curas intervienen en política con una desfachatez impresionante”.

“Es lamentable que este país se olvide que la Guerra cristera la inició el propio clero; que es la propia Iglesia la que cerró los templos, lo que dio lugar al conflicto; que los líderes cristeros, a quienes la Iglesia ha canonizado o quiere canonizar, fueron sanguinarios”, asegura.

Tras una bocanada de tabaco que exhala relajadamente, categórico señala que aunque uno de los personajes de Polvo es un “matacuras”, él (Taibo) es un hombre respetuoso de aquellos que mantienen una relación con el Dios de su preferencia, “mi bronca es con los intermediarios. Hay una frase familiar que comparto: ni curas, ni militares”.

¿De dónde surge la idea de retomar la historia de este personaje, El niño Fidencio? (José Fidencio Síntora Constantino. Supuesto curandero milagroso que, en El Espinazo, Nuevo León, fue una leyenda y cuyo símil fílmico es Anacleto Morones en El rincón de las vírgenes, cinta realizada en 1972 por Alberto Isaac y basada en un cuento de Juan Rulfo).

—Todo surge de un dato verídico, que es la llegada del tren presidencial El olivo, el 8 de febrero de 1928 con Plutarco Elías Calles, a un sitio en medio de la nada en Espinazo, Nuevo León. Hoy es un municipio de mina, pero era el desierto. El hecho es que el Turco Calles, el comecuras Calles, se entrevistó con el Niño Fidencio, que era un santón que curaba por medio de la gracia divina.

Irónico, afirma: “Aparentemente es una paradoja, pero tiene que ver con nuestro sincretismo cultural. El presidente Calles se encontró con el Niño Fidencio para tratarse un mal que ninguno de sus biógrafos consigna. Recibió un baño de pies en agua de rosas de Castilla, emplastos de gobernadora y su cuerpo fue cubierto con miel, yerbas y arropado con una cobija. Somos juaristas rabiosos pero a la vez fervientes guadalupanos que creemos en el güey que va a lanzar el balón frente a la portería rival pero, por si acaso, nos encomendamos a la virgen de Guadalupe y a todos los santos, es decir, somos producto de una serie de casualidades y causalidades históricas”.

¿Pero Polvo también es un homenaje a los periodistas, pues el personaje central es un reportero?

—Es un absoluto homenaje a los periodistas y al oficio, creo que somos los ojos y los oídos de los que no pueden estar ahí. Es una responsabilidad muy cabrona ser periodista y al mismo tiempo poderse convertir en el vehículo para que en contadas ocasiones se haga justicia. Si se puede, que a toda madre, pero si no, pues ni modo. Aquí hay algunos que ponen por delante la objetividad y esas cosas que no sirven para nada. Creo que el periodismo tiene una función ética y moral y ése es el homenaje para aquellos que cuentan lo que están viendo sin imponerle nada.

Sí, el personaje es un periodista escéptico que tiene una formación socialista en un país como México y que fue cercano al primer alcalde socialista que hubo en Acapulco. Es un personaje maravilloso, un escudero de esos gloriosos momentos en que el puerto de Acapulco, a principios de ese siglo, dejó de ser purgatorio para convertirse, por un momento, en el paraíso de la clase trabajadora, en cuna del sindicalismo.

En tu libro a ese personaje lo mandan a El Espinazo para salvarlo de las huestes de la Iglesia. En estos tiempos, ¿sería del narco?

—Sí, y la gran bronca es que no hay ningún Espinazo en donde esconderse. Ésta es una guerra non santa en todo el país. Es decir, no hay ningún lugar donde no haya permeado el narco.

Pero ahora los jóvenes están siendo acaparados por estos cuerpos delictivos.

—Como se ha visto, en todos los lugares que se han librado luchas contra el narco, las pocas oportunidades tienen que ver con la educación, la cultura y la creación, claro, aparejado del desarrollo de oportunidades sociales y económicas que, sin duda, son vitales para ganar esta guerra.

¿Se muestra la pobreza de la condición humana en ese lapso que retratas en el Espinazo, pero también es una crítica a la Iglesia?

—Eran tiempos feroces, veníamos de una guerra civil, de una revolución inacabada y estaba en marcha otro enfrentamiento, ahora religioso. Hay que recordar que no es Calles quien lanza a los soldados contra los curas, sino es el clero quien cierra los templos y luego le echan la culpa a la ley Calles. Y en estos tiempos donde los curas salen con un desparpajo a decir unas barbaridades en la radio y la televisión, pues creo que es un pequeño ajuste de cuentas con estos cuates.

¿Siguen existiendo muchos Espinazos?

—Creo que sí. Porque sigue habiendo mucha necesidad de encontrar en la magia la solución a nuestros problemas. Espinazo, metafóricamente podría ser el Hipódromo de las Américas, a donde vas compras un boleto y confías que el caballo número siete te convierta en rico, o esos cuates que van a la iglesia y se encomiendan a sus santos y tienen patas de conejos (amuletos), eso somos: sincréticos. Hay que recordar que bajo todas las grandes catedrales que hay en nuestro país, hay monumentos y templos prehispánicos.

Finalmente, Taibo Mahojo asegura que la misión del autor es lanzar el anzuelo “y esperar que el lector pique, y pides que se convierta en tu cómplice, se sienta identificado con lo que está leyendo. La literatura es una tabla de salvación. Salva en el sentido en que te permite vivir muchas vidas sin necesidad de salirte de las páginas y, como decía Pessoa (Fernando Antonio Nogueira Pessoa, Lisboa, 1888-1935): la literatura existe porque el mundo no basta”.

Fuente: APIA VIRTUAL

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