martes, 23 de noviembre de 2010

EL DESAFÍO DE UN FILÓSOFO


Por Carlos A. Valle


“El amor es todo lo contrario del individualismo que nos proponen…En el amor hay que ser fiel al encuentro con el otro porque vamos a crear un mundo a partir de ese encuentro”, asevera el filósofo francés Alain Badiou proponiendo un llamativo paradigma en este mundo donde predomina “la obsesión del poder”.


Se preguntará como este filósofo, que no ha dejado de defender la idea del comunismo abrace la propuesta del amor, una concepción básica de la fe cristiana, como una categoría de la verdad para abrir el camino hacia la creación de un nuevo mundo. ¿Es la propuesta de Badiou una idea ingenua e inaplicable? ¿Se trata de una expresión retórica que no va a determinar ninguna acción?


Como parte de la serie de entrevistas “La aventura humana”, publicadas por el diario Página/12, el destacado periodista Eduardo Febbro entabló un muy articulado dialogó con Alain Badiou. Aquí, este importante filósofo describe en gruesos trazos la esencia de un rico pensamiento que ha expresado en valiosas obras que parece culminar, a sus 70 años, con esta llamativa y acuciante propuesta en cuyo centro se halla el amor.


Comienza por comprender las encrucijadas en las que desembocaron tanto el comunismo como el capitalismo. Las que han confluido en una situación en la cual la sociedad ha asumido que “la realidad humana es la competencia”, lo cual alienta la presencia de la violencia y, al mismo tiempo, de la “represión terrible”, la represión del Estado. Se ha producido “la obsesión del poder”. Esta obsesión se inscribe en un determinismo del que no se pueden ni se deben esperar cambios, “el mundo natural es así”. Con la desaparición de la Unión Soviética y de los Estados Socialistas, el capitalismo mundial creyó que se le “abría el espacio del mundo entero para desplegarse.” En este contexto, destaca Badiou, la violencia desatada contó con “la complicidad intelectual” y “hoy son los perros guardianes de quienes mandan” reforzando la imposibilidad de cualquier cambio.


De lo que se trata ahora es de buscar “reconstruir una visión del mundo y de la acción alejada de este horror”. El filósofo es quien tiene que “luchar contra las opiniones dominantes, las opiniones del poder.” Por eso tiene una mirada crítica de la tecnología, porque esta convencido que es “la ideología la que crea la tecnología, y no al revés.” La posibilidad del acceso a la tecnología no significa para Badiou un acceso a la igualdad, más bien se trata de una “igualdad ilusoria”. Porque “cuanto más se expande este tipo de igualdad ilusoria, menos poder tiene la gente.”


¿Cómo superar esta situación? “Debemos cambiar los pilares de la existencia colectiva. El ser humano es capaz de otra cosa que toda esa violencia: es capaz de entrega, de amor.” El amor reclama que la existencia del otro “se convierte en nuestra preocupación”; nos reclama “una suerte de confianza absoluta en el otro”; “aceptar la diferencia del otro, aceptarla apasionadamente.”


Para Badiou no se trata de una ingenuidad, un sueño imposible de realizar, y porque está convencido que todo esto es posible y “nos prueba que no es verdad que la competitividad, el odio, la violencia, la rivalidad y la separación sean la ley del mundo.”


La propuesta de Badiou parte de la realidad de un mundo cuyo problema principal radica en que todo se ha vuelto mercancía y que solo se puede transformar cuando se ponga en juego “la voluntad de transformación”. El amor no es un juego romántico sino vital, porque es un encuentro con el otro para establecer una relación de confianza y una propuesta por una vida que se viva en plenitud.


El planteo de Badiou emana de las mismas raíces cristianas aunque él no reconozca su origen. Después de todo, lo más importante es saber dónde están hoy los cristianos. Porque hace tiempo que los países, que se ufanan de serlo, han sido seducidos o se han dejado seducir, para sostener un mundo que forja su prosperidad oprimiendo a los más débiles; que han provocado y provocan guerras e invasiones a otras naciones; que se han mostrado insensibles a las necesidades de los países que han devastado; que ni se les ocurre levantar una crítica a una economía que solo procura mantener el bienestar de los poderosos y no se desvela por la degradación del medio ambiente.


En este contexto actual la propuesta del amor suena mucho más que una ingenuidad y se torna como una vieja película romántica. Sin embargo las encrucijadas de este mundo reclaman una acción urgente y las iglesias deben, posiblemente con respeto y cierta vergüenza, responder a las voces de quienes les hacen recordar los desafíos de sus propias raíces.+ (PE)


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Fuente: ECUPRES

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