sábado, 13 de noviembre de 2010

Porque la despenalizacion del Aborto.



Francisco Javier Lagunes Gaitán .


El derecho a elegir es importante pero no es la razón ética del aborto. Las feministas no discuten otro por la sencilla razón de que la despenalización del aborto se basó legalmente en la libertad de elegir, pero éticamente hay muchas razones más sólidas.

Para empezar, nadie ama, ni promueve el aborto. Todos consideramos que cada aborto es una realidad tristísima y que lo mejor sería evitar llegar a ella. Pero la vida humana es trágica (si no, no habría religiones). Aristóteles consideraba que la razón de ser de un ser humano no era sólo respirar y estar donde se pudiera (como si fuéramos una plaga de cucarachas), sino que cada persona alcance su excelencia, su máximo desarrollo, su mejor aprendizaje vital, su vida más plena y humana (tomarnos en serio la dignidad humana). Incluso la encíclica papal De Rerum Novarum tiene el valor de reconocer claramente que es más importante la calidad de la vida que su mera cantidad. Por ello la doctirna social de la ICAR desarrolló un interés positivo, antes inexistente, por promover condiciones dignas de trabajo y de vida. Considerar que nuestra mera cantidad sería virtuosa sería tanto como considerarnos indistinguibles de cualquier plaga de ratas o cucarachas y eso sí que sería renegar de la dignidad humana sacratísima.

Así que es perfectamente posible justificar la despenalización del aborto basados en 3 clases de argumentos diferentes:


1) Mejorar las posibilidades de la gente de alcanzar su excelencia, nacer debe implicar más que el derecho a llegar a cualquier ámbito, debe implicar el reconocimiento a lo sacratísimo de la calidad de vida humana, no me parece defendible un presunto derecho a una vida miserable y subhumana. Prueba: Los estudiosos sociales no se explicaban por qué, si la desigualdad social ha aumentado tanto en los EUA, la tasa de crímenes comunes ha bajado consistentemente las dos décadas recientes. El único factor que podría explicar este estado de cosas es que el aborto se legalizó en 1973.


2) La disminución del daño: Decía Santo Tomás de Aquino que nuestra trágica existencia a veces no nos da la oportunidad de optar entre el bien y el mal, sino que a veces toda la opción que podemos tener es entre dos males. En una encrucijada semejante, su católico razonamiento es que optemos por el mal menor, no porque sea virtuoso, sino para no entregarnos al mal mayor. Las mujeres, queramos o no, legalmente o no, optan por abortar. La ICAR no es efectiva para convencerlas de que no lo hagan, el 80% de las mujeres que abortan en México son católicas romanas. Así que como la ICAR no persuade ni a sus parroquianos (con todo y amenaza de excomunión), quiere extorsionar politiqueramente al estado para imponernos su concepto de la moral, incluso a los no creyentes (esa es una forma de tiranía, la teocracia). Pero eso no es lo peor, la política prohibicionista de la ICAR no evita los abortos, sólo obliga a las mujeres más pobres (las ricas se van a Houston) a abortar en condiciones paupérrimas y clandestinas insalubres. Con ello mueren muchas y otras quedan estériles.


Esta política de Chapulín Colorado de "síganme los buenos" no sólo no es asumible para un estado democrático, que debe responsabilizarse de los efectos de las leyes en la salud pública, sino que ni siquiera es cristiana (Jesús dijo que venía por los pecadores, no por los justos). Así que entre orillar a la muerte la insalubridad y la clandestinidad a las mujeres que abortan (que es algo claramente diabólico, especialmente en Guanajuato en donde se les condena a 25 años de cárcel por "homicidio en razón de parentesco", incluso cuando fuera un aborto espontáneo) sin disminuir los abortos, y despenalizarlos para ofrecer condiciones higiénicas sanitarias apropiadas, no veo ninguna razón para no optar, católicamente según el Padre Angélico Tomás, por la despenalización del aborto, por el mal menor.


3) El fetichismo de la vida: Fetichismo es confundir una parte con la totalidad. Cierto, el ADN es un factor definitorio de la vida humana, pero hacer un ídolo del ADN sería tanto como proclamar que Dios sería abortista. Para empezar, la ICAR dice que la píldora del día después sería abortiva, pues inhibe la fijación del cigoto en la matriz. Sin embargo, en condiciones naturales, al menos 20% de los cigotos fecundados no se fijan a la matriz. Así que Dios mismo estaría sacrificando en su honor al 20% de la humanidad, todos los días. Eso si creemos que Dios sería omnipresente y omnipotente, claro está... ¿No es absurdo este fetichismo de la vida? En mi opinión personal creo que los humanos tenemos el deber ético de minimizar el sufrimiento. Y para que cualquier animal sufra necesita tener sistema nervioso central, lo que sólo se desarrolla en los fetos a las 22 semanas de desarrollo embrionario. Por ello no considero que un embrión menor de 22 semanas pueda ser considerado, en ningún sentido significativo de la palabra, como un ser humano. Si cedemos a la tentación facilona del fetichismo de la vida, pues también las células cancerosas son células con toda la información genética de las células humanas, así que deberíamos oponernos a la quimioterapia que millones de células humanas, incluso a muchas sanas. La vida humana es más que un amontonamiento de células...


Creo que discutir estos temas requiere de más humildad, hay muchas cosas que no sabemos y no podemos saber definitivamente. La vida es una maravilla y un misterio también. Busquemos nuestra común humanidad, no partamos de que el otro bando sería de gente asesina sin moral. Seamos más autocríticos. Los que se imaginan que ya domesticaron al misterio parecen no darse cuenta de que de poderlo domesticar ya no sería más misterio. Si a autoridad religiosa vamos, el aborto ni siquiera se menciona en la Biblia, Santo Tomás consideraba que el alma de un niño tardaba 40 días en formarse, y la de una niña 80 días... Si ni siquiera el Doctor Angélico atinó en esto ¿qué podemos pretender nosotros? Busquemos juntos políticas responsables de salud pública en un estado democrático que no puede ser confesional.


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