jueves, 17 de mayo de 2012

México: El indigenismo de Carlos Fuentes.


Por Alejandro Maciel
A la memoria de Carlos Fuentes*
Es errónea la visión del indigenismo en buena parte de la sociedad mexicana. La aceptación de las culturas no se consigue a través de la falsa postura, ni con la hipocresía de las costumbres. La conciliación de los viejos rencores no se consigue con el trillado apretón de manos, ni con el beso de la muerte. La clave radica en la aceptación de que el pasado también es presente, y que el futuro seguirá la misma línea de pasado presente, eternamente hasta el final de los tiempos.
Así lo entendió el recién fallecido escritor Carlos Fuentes, hombre que fusionó con maestría las formalidades de una lengua mestiza con la claridad de una cosmogonía endémica de estas tierras. Un genio de la prosa que con el brote chisporroteante de su pluma dibujó un lado distinto del indigenismo en México, lejos del ámbito guerrillero de la lucha político-social. A diferencia de otros, comprendió que el indígena exige ser parte en la construcción de una identidad nacional y al mismo tiempo preservar sus costumbres.
La obra de Carlos Fuentes, gestada en más de 50 años de carrera literaria, forma parte del movimiento indigenista que, años atrás, comenzaron escritores como José Vasconcelos, Juan Rulfo, Rosario Castellanos, Agustín Yáñez, Octavio Paz, Alfonso Caso, Manuel Gamio, Leopoldo Zea, Fernando Benitez y mucho otros artistas plásticos, etnólogos, historiadores y humanistas.
Malva E. Filer, en su ensayo Los mitos indígenas en la obra de Carlos Fuentes, afirma que “la trayectoria de Carlos Fuentes revela, como una de sus constantes, la convicción de que México debe integrar sus componentes indígenas y europeos, sus raíces históricas y su modernidad, y elaborar con lo mejor y más perdurable de ellos su propia y auténtica cultura”
Algunas obras de Fuentes están colmados de imágenes de un indigenismo vivo, perdurable, siempre presente en la cultura mexicana pese al intento occidentalizador de borrar las raíces culturales. Logra mezclar la cosmogonía indígena con su historia, en una fusión que no es más que el deseo exasperante del escritor por rescatar el pasado de la muerte.
Quizás el ejemplo más próximo a lo anterior es su célebre novela La región más transparente, en la que Fuentes personifica la mitología prehispánica. Ixca Cienfuegos hace referencia al hombre leproso que, dentro del mito de la creación del sol, se arrojó al fuego y resurgió en el cuerpo del astro luminoso. También Teódula Moctezuma mantiene fuertes similitudes con la Cuatlicue, diosa azteca de la creación y la destrucción.
En el cuento Chac-Mool, escrito en 1952, se encuentra una crítica nada sutil hacia la violencia con que los indígenas fueron arrancados de su cultura para imponerles otra: “El cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de sacrificio y liturgia, se vuelve una prolongación natural y novedosa de la religión indígena. Los aspectos caridad, amor y la otra mejilla, en cambio, son rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los hombres para poder creer en ellos.”
“A diferencia de Octavio Paz, quien insistía en mirar al pasado para la comprensión de la actualidad, Fuentes insiste en estudiar el presente con todas sus partes integradoras. Es decir, un México actual en el que los indígenas no son antigüedades de museo, sino partes vivas de la sociedad presente”
Otro ejemplo es su novela La muerte de Artemio Cruz, en la que las atmósferas son recreadas a partir de un pasado netamente indígena, donde los personajes son hijos de dioses también indígenas, creados a su imagen y semejanza, donde los astros fueron creados por los hombres de la tierra, en donde todo existe porque los ojos del pueblo pueden mirarlo y nombrarlo, bajo su marco cultural.
Continúan los ejemplos: su libro de ensayos Tiempo Mexicano, la novela Una familia lejana y otros cuentos, entre los que destacan Cambio de piel, Por boca de los dioses y Los días enmascarados. En todos ellos, el culto religioso prehispánico no se pierde ni se difumina; consigue cohabitar en una realidad que no le corresponde, porque le fue impuesta.
El indigenismo en Carlos Fuentes no existe a través de sus recurrentes recursos folclóricos, ni a través de las palabras maíz, indio, Quetzalcóatl, sol o lluvia. Radica en su forma de perfilar al indígena dentro de un mundo que le pertenece y al cual tiene derecho: el México donde se conectan las raíces del pasado con el cielo del presente, donde en una misma tierra cohabitan dos culturas hermanas y donde la inclusión suede por orden natural.
Es el indígena en la obra de Fuentes una figura victoriosa, como el sobreviviente de una guerra aún sin terminar, que consigue reintegrarse a su pueblo sin dificultad alguna. A diferencia de Octavio Paz, quien insistía en mirar al pasado para la comprensión de la actualidad, Fuentes insiste en estudiar el presente con todas sus partes integradoras. Es decir, un México actual en el que los indígenas no son antigüedades de museo, sino partes vivas de la sociedad presente.
La valía del trabajo de Carlos Fuentes va todavía más lejos: desdibuja las fronteras de la censura y el saneamiento cultural, justo donde México encuentra el mayor de sus conflictos personales. Un país que no consigue entender que el tiempo es una espiral, siempre arrastrando el pasado consigo. Que no comprende que todo tiempo perdura, gracias a la asimilación de las culturas precedentes y que se adaptan a la novedad de las formas. Un México que no se concibe como tal, renuente de sus principios, en la perpetua negación de su mestizaje irrevocable.

*El escritor mexicano Carlos Fuentes murió el martes 15 de mayo a los 83 años de edad.
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Fuente: Blog: Análisis de Políticas de Comunicación: http://analisiscomunicacion2012.blogspot.com/2012/05/el-indigenismo-en-carlos-fuentes.html

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1 comentario:

  1. Buen artículo! Felicidades! aunque lo leo 5 años después de su publicación...saludos desde México

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