miércoles, 10 de julio de 2013

Ética cristiana, norma de fe o valor cultural.


Román Díaz Ayala

Una década completa nos separa ya del pasado siglo XX, sin que al parecer hayamos podido resolver los problemas que como reto nos dio en herencia a partir de noviembre de 1989 tras la caída del muro de Berlín.

Cunde un pesimismo generalizado y envuelto en una gran depresión económica que sacude a casi toda Europa, especialmente a los países del sur. El Sistema Económico Occidental, ya hegemónico para todo el globo, ha sufrido una crisis generalizada a partir de la crisis financiera y bancaria de 2008, a la cual los distintos países y áreas económicas han ido poniendo remedio con más o menos eficacia, salvo en la Unión Europea, donde se aplican recetas al más puro estilo neoliberal, ya ensayado en otras áreas económicas.

El Papado –que en la figura de un nuevo papa de nombre Francisco se duplica con el papa dimisionario, Benedicto XVI, quien permanece huésped del Vaticano– está sufriendo una crisis de autoridad a la que se intenta poner remedio mediante la reforma de la Curia Vaticana.

La sociedad actual es hija y continuadora de la Sociedad de consumo nacida tras la Segunda Guerra Mundial, trasformada por otra nueva ola de revolución tecnológica y digital, que ha hecho posible una mayor e inédita concentración de poder económico en manos de unos pocos, a lo que llamamos “los mercados de capitales”. A quienes se someten los Estados, los Organismos e Instituciones internacionales, y otros estamentos rectores de la sociedad, por ejemplo la clase intelectual, los centros de investigación y de formación del pensamiento.

¿Nos hace falta realmente una ética cristiana? ¿Cómo situaríamos, entonces a la sociedad civil? ¿Dentro o fuera de tal ética?

A cada respuesta que demos a las cuestiones de fondo y a los temas particulares surgirán nuevas preguntas que exigirán inmediatas respuestas a su vez.

Luego, está la cuestión de que estamos pasando por una situación de cambios tan profundos, hacia un nuevo paradigma histórico, que darán un carácter de provisionalidad a todo lo que intentemos dar carácter de firme y definitivo. Necesitamos un método más seguro y alejado de la casuística, basado en la reflexión sobre unos principios que ahonden en la conciencia y en el valor humano más que en el empirismo y la experimentación.

Y en ese campo, los creyentes estamos mejor armados para defendernos de la crisis. Jesús puso al ser humano en el centro frente a la Ley en una correcta posición ante Dios.

Jesús asumió la misión de restablecer un fundamento firme y seguro de la Ley, que la cultura hebrea había adulterado. Mediante su Mandamiento, nos proporcionó una nueva mirada para examinarnos a nosotros mismos y escrutar el mundo.

En ese sentido podemos decir que la ética cristiana tiene un valor instrumental, proporcionado por la revelación de Dios en Jesús y que es válido para los creyentes.

Y lo que es más importante; Jesús nos ha proporcionado los medios suficientes para combatir el mal, el nuestro personal e instalado de las estructuras sociales.

Pero no abandonemos el plano natural. Con la ética se ha hecho ciencia, filosofía, en busca de las reglas y leyes de la conducta humana. La filosofía desde siempre se viene ocupando de los principios de la ética, y hasta su configuración más normativa ha sustentado el Derecho.

Los animales nacen prácticamente perfectos haciendo la naturaleza que sus vidas estés regidas por el instinto, pero la experiencia humana nos deja al desnudo, cuando nos investigamos en todo lo que concierne a nuestra voluntad y a nuestra conducta, ya sea de forma individual o en sociedad.

Los humanos nos preguntamos siempre de forma muy inquisitiva qué significado le damos a nuestra actividad. Tratamos de determinar el bien y el mal, las situaciones de justicia o de injusto proceder.

Tenemos que recurrir muchas veces a la experiencia histórica para descubrir que en la especie humana la evolución saltó un grado para convertirla en el único ser natural conocido que se ha hecho artífice de su propia evolución a través de la cultura y su trasmisión como un legado a las siguientes generaciones. Y sin embargo podemos igualmente señalar que el ser humano más antiguo del cual se tengan registros históricos comprobables es tan perfecto como los actuales, y al mismo tiempo sujeto a las mismas grandezas y miserias en el aspecto moral. Por naturaleza el humano es un ser ético, lo mismo que está dotado de razón y constante buscador del bien en las cosas y en sí mismo.

Todavía podemos añadir algo más. Un observador avispado observa que la maldad, de la cual hombres y mujeres son sus agentes, también ha ido aumentando y todo ello a pesar de que hemos ido adquiriendo una mejor conciencia moral. El mal ha ido creciendo y ahora nos sentimos más culpables, sin que por ello hayamos desterrado las guerras, cada vez más violentas y crueles. Esa misma violencia ha ido adquiriendo nuevas formas cada vez más abyectas. Los escrúpulos se disfrazan y las injusticias se ocultan o se justifican en nombre de un orden superior.

Los diferentes sistemas éticos nos han servido de muy poco o se van construyendo para legitimar ideologías.

Sin embargo, la ética ofrecida por Jesús de Nazaret puede ser muy válida. Con la luz del Nuevo Testamento vemos a Jesús en el centro de una historia de la Salvación que ha sido de iniciativa divina. Para Jesús el destino de todo ser humano, una eterna salvación o condenación depende de creer o no creer, aceptarle o rechazarle, una vez que se le hace presente. El escenario siempre es la vida de las personas. Para Jesús la conducta posterior, su comportamiento ético, será el fruto de esa decisión de fe (Juan 3,14-21)

La proclamación del mensaje de Salvación en labios de Jesús exige un comportamiento ético del receptor y no la adhesión intelectual a una doctrina. Toda ética cristiana se basa en una relación personal con Jesús, y Jesús enseñaba con autoridad divina.(Mateo 7,28-29; Marcos 1,22)por ello hablaba de forma imperativa (Juan 13,34). Jesús impone sus mandamientos “sólo a quienes le aman”(Juan 14,15) A Jesús lo que de verdad le interesa es que comprendamos nuestra necesidad de una renovación interior, “porque lo que sale del corazón del ser humano lo contamina todo entero” (Mateo 15,18-20)

Por eso es válido afirmar que toda ética cristiana se basa en una relación personal con Jesús., como se dijo arriba.

Humanes 2 de julio de 2.013

Fuente: ATRIO

1 comentario:

  1. Unirse a Roma, bajo la autoridad del papa Francisco, esto es lo que usted tiene que hacer, señor Juan Carlos; lo demás, suelen ser zarandajas y ganas de marear la perdiz.

    Un saludo, hermanito.

    ResponderEliminar