martes, 24 de junio de 2014

Hipocresías.


J. I. González Faus. [La Vanguardia] 


Es conocida la definición de Tanqueray: la hipocresía “un homenaje del vicio a la virtud”. La pobre virtud siempre maltratada, es homenajeada al final por los mismos que la pisotean. Como está lejos de nosotros y nos afecta menos, vale la pena evocar a todo pasado, cuántos homenajes de ese tipo recibió Nelson Mandela en la hora de su muerte. Triste pero a la vez aleccionador, si es que queremos aprender esas lecciones…

Dejemos el triste espectáculo de su familia peleándose por el legado de Madiva, que le hubiera resultado más duro que los 27 años de cárcel. Miremos al presidente actual de Sudáfrica, con su vivienda de 14 millones y la prohibición a los periodistas de fotografiarla, algo que haría salir los colores a la cara del cadáver de Mandela. Recordemos a otro presidente que hizo discursos contra la incoherencia de muchos políticos allí presentes, sin mencionar siquiera que él había incumplido su promesa electoral de cerrar Guantánamo donde llevan años sin juicio presuntos terroristas, comprados a veces a buen precio al gobierno de Pakistán. ¿Qué autoridad moral tenía para hablar así? Si, como se dice, han sido los políticos de su país quienes le impidieron cumplir aquella promesa, debió haber denunciado entonces a esos políticos para no resultar él incoherente. En buena parte, los homenajes a Mandela fueron homenajes del vicio a la virtud y no del discípulo al maestro a quien se quiere seguir.

Eso me permite imaginar otro sueño a lo Luther King. En él sucede que al profeta bíblico Natán (el que desenmascaró a David) le toca dirigir una sesión de “cinefórum” sobre la película Doce años de esclavitud,ganadora del Oscar este año. A esa sesión asistían, entre otros, nuestro presidente del gobierno, los ministros Montoro y De Guindos junto con directores de todos los bancos europeos y de algunas multinacionales españolas. La película no es recomendable para sensibilidades normales, aunque sea tan real como la vida misma. Cuentan que la pobre Soraya se desmayaba al verla pero no sé si eso es cierto. Lo que sí se veía en nuestro sueño es que, al comenzar el diálogo tras la película, todos se hacían cruces de la ceguera de aquellos negreros de 1814, que se sentían con pleno derecho a comprar esclavos, poseerlos, maltratarlos, violar a sus mujeres, azotarlos o humillarlos haciendo que se azotaran entre sí…, simplemente porque ellos habían comprado esos esclavos, y eran propiedad suya. Y encima leyéndoles frases bíblicas sacadas de contexto.

Pues bien: dice nuestro sueño que, al llegar a este punto, el profeta Natán exclamó en voz alta lo mismo que antaño le dijera a David: “esos hombres sois vosotros” (cf. 2 Sam 11,7). Los asistentes a la proyección se indignaron y querían maltratar o abrir un proceso al profeta por difamación. Pero Natán continuó: “sois tan ciegos como aquellos negreros de 1814. Hacia el año 2200 quizá se hará otra película sobre la crisis económica del 2008, y en ella apareceréis vosotros convencidos de que teníais razón para recortar a los ciudadanos derechos de salud, de vivienda, de salario justo, de acceso a la educación y a la cultura, haciendo pagar a los más débiles la mayor parte de los sacrificios que la crisis exigía, y todos los errores e inmoralidades cometidas por los más fuertes. Y encima pretendiendo que ésa era vuestra obligación y el camino para sacar al país de la crisis. ¡También a comienzos del s. XIX la economía de los estados norteamericanos del Sur era más boyante y competitiva que la del Norte!: porque, gracias al trabajo gratuito de los esclavos, el algodón y la caña de azúcar eran mucho más baratos en los mercados. Pero la pregunta última no era si la economía iba mejor, sino si los medios para conseguir esos éxitos eran morales y se justificaban sólo por los buenos resultados económicos al margen de toda consideración ética y humana. Por eso os digo: aquellos negreros de antaño sois hoy vosotros”.

Algo de eso podrá decir esa película del año 2200 anunciada por el profeta bíblico. Ello demostrará que la conciencia de la humanidad progresa, aunque no siempre progresen muchos individuos concretos. Porque, para terminar, cuando estaba acabando este artículo murió Adolfo Suárez. Y entre tantos elogios de gentes que antaño le habían hecho la vida imposible, aparecen otras dos manchas: la de un President que pretendía capitalizarlo para su causa sin ningún respeto al duelo, y olvidando que Suárez luchó por hacer su revolución dentro de una legalidad mucho más hostil y sin amenazas de actuar por su cuenta. Y la de otro Presidente que le ensalzaba como “artífice del encuentro entre los españoles” cuando, en mi pobre opinión, quien así hablaba ha sido uno de los grandes artífices del desencuentro entre los españoles, junto al antiguo Presidente de su mismo partido…

Pero bueno: al final es el vicio quien, sin quererlo, acaba rindiendo homenaje la virtud, aunque sea pretendiendo manipularla. Nos queda al menos ese consuelo.

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