domingo, 13 de julio de 2014

Un monstruo grande que pisa fuerte.


La corrupción de los políticos y los gobiernos es cada vez más cuestionada por las sociedades e investigada por la Justicia.

Luisa Corradini, La Nación sáb jul 12 2014

"El talento se hace raro y la corrupción avanza. Esa corrupción es el arma de la mediocridad que abunda, cuya acerada punta sentirán donde quiera que vayan", anotó Honoré de Balzac en 1835 en las páginas de Papá Goriot.

Esa célebre frase del autor de La comedia humana fue apenas el recordatorio de un fenómeno que es tan viejo como el mundo y que sigue minando a las sociedades con una persistencia que provoca desconcierto.

Como muestran impactantes casos de las últimas semanas en Francia, España, China y Argentina, la corrupción en la política y en los gobiernos es cada vez más cuestionada por las sociedades e investigada por la justicia. Sin embargo, paradójicamente, el fenómeno no para de crecer en todo el mundo.

En los últimos 10 días, Francia fue sacudida por la detención provisoria e inculpación del ex presidente conservador Nicolas Sarkozy. Los jueces sospechan que prometió un alto cargo en Mónaco a un magistrado del tribunal de casación, a cambio de informaciones sobre el estado de varias investigaciones judiciales que le conciernen.

En Argentina, mientras trata de evitar el default tras la decisión de la justicia de Estados Unidos de pagarles a los fondos buitre, el gobierno sufrió otro duro golpe con el procesamiento de su vicepresidente Amado Boudou, también acusado de corrupción.

En China, el general Xu Caihou era, hasta el año pasado, vicepresidente de la Comisión Militar Central, uno de los órganos más importantes del país, pues -desde ese puesto- comandaba el Ejército Popular de Liberación. A los 71 años, Xi acaba de ser relevado de sus funciones y será sometido a una corte marcial. Según la prensa china, el general es acusado de utilizar su posición para favorecer la promoción de ciertos miembros de su familia y de aceptar sobornos.

La corrupción, sin embargo, no necesariamente se manifiesta en los más altos niveles. En Tanzania, 13 funcionarios fueron detenidos esta semana por exigir dinero a los pasajeros que llegaban al país por el aeropuerto de la capital. Mientras que en la India, Ram Singh, un modesto trabajador de 22 años cuyos ingresos mensuales no superan los 75 dólares, pasó tres años pagando 15 dólares cada mes para obtener la tarjeta de racionamiento que le corresponde por ley para alimentar a sus hijos.En España, el flamante nuevo rey, Felipe VI, tiene el desafío de despegar a la casa real del escándalo de desvío de fondos públicos por el que están procesados su hermana, la infanta Cristina, y su cuñado Iñaki Urdangarin. Ambos son sospechosos de lucrar ilegalmente con dinero público a través de la falsa ONG Nóos.

Según la ONG Transparencia Internacional, una persona de cada cuatro pagó algún tipo de soborno el año pasado en el mundo. En su último informe anual, la organización basada en Berlín estimó que 70% de los países tienen un "problema serio" de venalidad entre sus funcionarios. Ninguno de los 177 países estudiados en 2013 obtuvo una nota perfecta.

Más preocupante aún: en el informe de 2013 más de 50% de los encuestados afirmó estar convencido de que la corrupción aumentó en los últimos años y 27% reconoció haber pagado sobornos de algún tipo a fin de acceder a un servicio público o institucional.

La casi totalidad de quienes participaron en la encuesta están convencidos de que la tendencia se mantendrá, mientras que el 88% no cree en la capacidad de sus respectivos gobiernos para luchar contra la corrupción.

El estudio de Transparencia Internacional permitió además individualizar las cinco categorías que, a juicio de la gente, están más sujetas a la corrupción: la policía, la justicia, la administración pública, los partidos políticos y los propios ciudadanos.

El informe revela que, por falta de confianza en sus gobiernos, 21% de los ciudadanos no está dispuesto a denunciar un hecho de corrupción. En 16 de los países estudiados, la mayoría de la gente prefiere mantener silencio por temor a represalias.

Fuente: Elpais.com.uy

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