sábado, 20 de junio de 2015

Bienaventurada: la dicha de ser mujer.



Lucas 1:39-56

Quizás algunos no han tenido el placer de poder leer el texto del magníficat de María con otros ojos que no sean considerarlo como un canto más entre muchos. Es posible que algunos hayan pasado la página y solo se hayan detenido en la trama de la historia -algo que considero realmente lamentable si el relato lo releemos con la intención de ignorar el machismo, evitar reivindicar el valor y la posición social de las mujeres, y negar la realidad del feminicidio, un crimen producto del patriarcado que mata a mujeres.

Es sumamente sorprendente descubrir varios aspectos en el texto que incitan a las mujeres –y a los hombres con ellas- a luchar, por la igualdad de género. En mi opinión, se podría hacer una lectura feminista del mismo, en el sentido de que el evangelista podría querer resaltar la elección de Dios de una mujer para formar parte de su plan y la madurez de ella para asumirlo.

Es posible que en el texto nos podamos encontrar con una reivindicación de la mujer, puesto que en el contexto podemos intuir ciertas prohibiciones o violaciones de los derechos, tal y como los entendemos actualmente, por parte de los varones de la época. Situación que nos resulta muy familiar, ya que forma parte de nuestra vida cotidiana a través de los noticieros de todo el mundo.

Me parece vergonzoso que en pleno siglo XXI todavía se vean algunas atrocidades en contra de las mujeres y se siga permitiendo que ellas se conviertan en el blanco de violencias y abusos –algo absolutamente reprobable para nuestras sociedades modernas.

Resulta incomprensible que, debido al machismo imperante, no se entienda la libertad de todos los seres humanos y se ignore, por tanto, la manipulación, el control, el abuso sexual, y la violencia hasta la muerte de una persona a la que se considera como una propiedad. Se debe reconocer que la violencia de género ha sido reproducida, patentada y legitimada por canciones o géneros musicales, predicaciones en templos cristianos y no cristianos, por no hablar de padres “súper”-heterosexuales, controladores del hijo/hija, intentando que no se “desvié”, tome malas decisiones o condicionando ambientes sociales –diría yo- profundamente disfuncionales, a pesar de representar “relaciones normativas” que, al mismo tiempo, alimentan un profundo “híper”-machismo.

Por tanto, cuando me enfrento al texto en cuestión, me llama profundamente la atención el hecho de que siempre se discuta el tema de María, la madre de Jesús, solo desde un aspecto teológico centrado en su sexualidad: su virginidad, su castidad, su santidad. Aspectos que, aparte de las diferentes opiniones encontradas, no son demasiado importantes. Yo prefiero encontrar en este texto a María desde otro lado de su feminidad y de su lucha en un contexto en el que las mujeres no tenían voz. Es indiscutible que el Magnificat es un canto de denuncia a favor de los desfavorecidos y desfavorecidas, producto del sistema patriarcal imperante.

Desde este punto de vista, el texto nos confirma una noticia que anuncia que el salvador de todos los desfavorecidos nacería a través de María, cuya veracidad sería ratificada a través de su parienta Elizabeth, ya en su sexto mes de embarazo. Ella no se resistió a comprobarlo, y el texto nos dice que “levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá”. No vamos a hacer especulaciones que no vienen al caso, pero sí me gustaría proponer que tal vez, y de forma hiperbólica, el autor quiera resaltar que, al recibir la noticia del embarazo de Elisabeth, María se puso inmediatamente en marcha como alguien que se sitúa fuera de las convenciones sociales; esas que obligaban a las mujeres a vivir bajo la autoridad o tutela de un varón, ya fuera éste su esposo, su hermano o su padre, que velaría por su seguridad.

Si aceptamos las hipótesis que se han planteado, tal vez deberíamos considerar que nuestro autor nos está proponiendo de alguna forma que María nos muestra su feminidad actuando como una mujer autónoma que toma sus propias decisiones, lo cual nos lleva a la conclusión de que las mujeres son y deben ser precisamente eso, seres autónomos (V.39).

Las decisiones de María llevarían a José a desconfiar de ella –algo normal para una época extremadamente patriarcal- lo cual se intuye en el sueño de José y en la visión del ángel que se le aparece para tranquilizarle.

En este momento, me gustaría volver a resaltar esa “prisa” de la que habla el autor para relacionarla con una mujer que es capaz de tomar una decisión sin que para ello necesite la aprobación de un varón, algo que podría resultar muy difícil para ambas partes. No podemos ignorar que hay algunas mujeres que tienden a ser co-dependientes del voto, decisión o punto de vista del hombre, así como también reconocemos la tendencia de otras a actuar y pensar con total independencia. Esto no quiere decir que hombres y mujeres no intenten por todos los medios establecer un diálogo honesto y sincero, o incluso que se nieguen a agradarse las unas a los otros en una relación, sea esta la que sea. Lo que pretendo comunicar es que, para mí, son inaceptables las razones que esgrime el sistema patriarcal para justificar un comportamiento que conlleva una situación de riesgo para las mujeres. Afirmaciones como “la mujer es poco racional y no puede tomar buenas decisiones por ella misma”, pueden llevarnos a situaciones discriminatorias y anacrónicas. Actualmente, las mujeres están capacitadas para vivir su propia vida y a tomar sus propias decisiones, ya sean casadas o no, con pareja o sin ella.

María se quedó tres meses en casa de su pariente y con ello nos muestra, creo yo, su capacidad de decisión, su valentía para asumir una denuncia al patriarcado de su tiempo y su disposición absoluta, como mujer, a la misión que Dios le había encomendado.

Esta disposición de María a llevar a cabo la voluntad de Dios está relacionada con otro aspecto que me gustaría destacar de su feminidad, a saber, que estoy convencido de que cualquier mujer, desde su diversidad femeninam comparte autoridad y responsabilidad espiritual con cualquier hombre en la misión de Dios, es decir que la mujer está al mismo o igual nivel de condición para comunicarse con Dios que cualquier hombre (V.41-42).

Dios no es machista, lo que quiere decir que no se comunica más con hombres y menos con mujeres; no se compromete más con los hombres que con las mujeres para llevar a cabo su misión. Las mujeres no necesitan intermediarios para tener una relación directa con Dios. Esto quiere decir que Dios puede usar a cualquier mujer como instrumento en cualquier circunstancia, desarticulando el argumento fascista y patriarcal de que las mujeres son inútiles para ciertas labores, puesto que sus habilidades están básicamente relacionadas con las labores domésticas. Nos equivocamos si pensamos que las mujeres están incapacitadas para tal o cual asunto, porque lo cierto es que ellas pueden hacer y ser lo que deseen hacer y ser.

Nuestras iglesias deberían reconocer que no se trata de dar una cierta participación a las mujeres como una muestra de integración o modernidad, de lo que se trata es de reconocer y practicar la igualdad en todos los aspectos y ministerios. Debemos reconocer que Dios no le dio poder a José, sino a María.

También y al mismo tiempo, este texto (V.43-45) podría estar animándonos a deconstruir las concepciones hetero-patriarcales del cuerpo y de la reproducción en términos de género. A María se le anuncia que va a ser madre, pero no como un indicador de su feminidad, de su función social o de la utilidad de su cuerpo, sino más bien como una reivindicación de su ser persona y de su valor aparte de cualquier convención social, cultural o religiosa. Ante todo, este texto nos anima a rechazar cualquier tipo de discriminación.

En la actualidad, muchos de los lugares públicos a los que asistimos para divertirnos o para conocer a otras personas se convierten en verdaderos “concursos de belleza”. Se juzga qué personas son guapas y cuales no, con lo cual se sobrevalora a unas y se humilla a otras. Tal vez, la masculinidad no tenga que ver con ese menosprecio reiterado a las mujeres consideradas por los diferentes cánones de belleza como no deseables. Las mujeres son personas, no cuerpo y, por tanto, deben ser consideradas por lo que son y no por su aspecto. Su empoderamiento debe basarse en sus capacidades y no en sus curvas.

Y termino concluyendo que la María que nos muestra el evangelista Lucas es una mujer que canta a la esperanza y a la vida, a la igualdad y a la justicia, y por eso creo que la mujer debe cumplir su papel profético en la denuncia de sus propias violaciones para convertirse en un agente social y espiritual en la defensa de los derechos de todos los seres humanos. Este canto representa la entrega y la preocupación por los desfavorecidos sean estos quienes sean y afirma que las mujeres también son agentes de fe y espiritualidad a través de su compromiso en la consecución de un mundo mejor. María impulsa a miles de mujeres, ayer, hoy y siempre a recordar su verdadera situación, y a luchar por su empoderamiento ante las injusticias sociales, culturales y religiosas de género.

Adolfo Céspedes Maestre

Nace el 21 de octubre de 1989 en Barranquilla, Colombia. Teólogo profesional de la universidad Reformada en Barranquilla. Estudiante de Maestría en Psicología (investigativa) de la universidad del Norte de Barranquilla, Colombia. Dedicado actualmente a la educación religiosa en primaria, básica y media, y a la docencia en instituciones religiosas, iglesias y comunidades sociales.

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