jueves, 25 de junio de 2015

Evangelios y Hechos: una reescritura creativa.




La Biblia misma nos orienta 
a la lectura de Dios en los sucesos del mundo 
y nos enseña justamente a reconocerlo 
como se manifiesta ahora 
y no como repetición del pasado.
(Severino Croatto).

Los escritores de los evangelios, antes que historiadores, fueron unos escritores creativos que tenían por interés orientar las a comunidades de su época, combinando las memorias del Movimiento histórico de Jesús con las experiencias del Resucitado en la vida diaria de los creyentes.

Gran parte de los textos del Nuevo Testamento constituyen relecturas del Primer Testamento a la luz de nuevas situaciones espirituales, sociales y políticas de los judíos que afirmaron que Jesús era su mesías.

Esta forma de interpretar el Primer Testamento o Biblia Hebrea es conocida como exégesis derásica, practicada por los rabinos.

Según Agustín del Agua Pérez, el Midrash es la exégesis o hermenéutica que practicaba el judaísmo antiguo y en el naciente cristianismo: “Es una exégesis de investigación y exposición del sentido de la Biblia, de ahí su nombre de Midrash o Derash (investigación)”.

Esta forma de leer los textos sagrados y de reescribirlos tiene las siguientes características:

-Es una historiografía creadora: su finalidad es clarificar el texto bíblico y hacerlo relevante para la vida de oyentes y lectores en nuevas épocas. De este modo re-cuenta las historias bíblicas, dándoles diversos matices y contextos (como el nacimiento de Abraham que aparece en el Talmud). A medida que se va contando la historia antigua, se re-crea en nuevos contextos.

-Filología creadora: las técnicas rabínicas obtienen nuevas deducciones de la Escritura y, en este sentido, una nueva escritura que descubre sentidos diversos en lo que no pareciera tan evidente. Así, se interpretan todos los pequeños detalles de la Escritura. Todas las partes de la Biblia, las consonantes, las palabras, las frases, los capítulos y las secciones como unidades autónomas que pueden ser intercambiadas entre sí originando nuevos sentidos.

-Actualización: se leen los textos antiguos con la intención de aplicarlos para el presente. Para esto se emplean dos tipos de actualización: La Halakah, que es la exégesis de textos legales, tratando de aplicar un mandamiento a la vida actual. La Haggadá, que es una exégesis más libre que juega con el texto y abarca todos los temas de la literatura judía antigua que no son legislativos: especialmente las narraciones y los poemas.

-La Escritura es explicada por la Escritura: está permitido utilizar un texto, sacado de su contexto histórico original, para anticipar la historia posterior y crear lazos entre episodios que no tendrían una conexión histórica real. Por esto no es extraño que se sigan escribiendo nuevas historias sobre Moisés o, incluso, sobre Adán y Eva.

-La Biblia tiene pluralidad de sentidos: ya que la Biblia es inagotable, esto permite encontrar pluralidad de sentidos a la hora de leerla. Un texto no se limita a los que originalmente quiso decir el autor, sino que se enriquece con la creación de nuevos contextos de lectura. Por esto no es problemático para los rabinos presentar en la Misná o el Talmud nuevas interpretaciones, como también posiciones contrarias entre rabinos y escuelas (como Hillel y Shamay) basadas en un mismo texto bíblico.

En los evangelios encontramos diversas maneras de interpretar el Primer Testamento. Mientras que, para los judíos, la centralidad yace en la vuelta a la Torah, para los cristianos, en el acontecimiento de Cristo. Los cristianos tratan de encontrar señales de ese acontecimiento en la Biblia Hebrea y por esto usan las Escrituras como un texto con el que se puede dialogar creativamente.

Aunque ya Pablo había escrito la mayoría de sus cartas, el primer evangelio escrito es el de Marcos, entre los años 60 y 70 EC. Este es un relato de la Pasión con una introducción larga. Define el significado de la palabra “evangelio” (Mc 1,1), como la Buena Noticia de que viene un salvador y liberador, y no es precisamente el emperador romano, sino un aldeano de Galilea. Marcos construye su historia alrededor de asuntos cotidianos: la casa, el lago, el camino, la familia, la sinagoga, y la gente sencilla. Uniendo lo cotidiano con lo celeste, Marcos centraliza el seguimiento en el tema de la cruz (8,27s), y anima a los creyentes a vivir en este mundo contradiciendo a los valores de la época y del imperio romano (Mc 10,42).

Marcos hace una lectura del acontecimiento de Jesús a través de la figura del Siervo Sufriente de Isaías (Is 42,1-4; 49,1-6, 50,4-11a; 52,13-53,12). En esa época, pocas personas pensaban que los textos se trataran de una profecía, y más bien los aplicaban al propio sufrimiento de Israel o del profeta. Pero Marcos logra hacer encajar los textos con todos los acontecimientos referidos al mesías. Esta es su relectura creativa. Inspiración. Así, Jesús aparece en su evangelio como un mesías sufriente, y en él “se cumple” (en el sentido derásico) la escritura.

El evangelio de Mateo fue escrito aproximadamente en el año 80 a.C, en una comunidad compuesta por judíos y no judíos (llamados paganos o gentiles). El evangelio de Mateo está escrito según el modelo de relatos biográficos de la antigüedad, como en las obras de Plutarco (50-120 d.C.) y Suetonio (70-140 d.C.). Mateo presenta a Jesús como el héroe de la comunidad, nacido por orden divino (Mat 1-2), gran maestro (Mat 5-7; 22-25), muerto por ser mesías e hijo de Dios (Mat 26-27) y resucitado (28). Como se trata de una comunidad de gente marginal, el autor se esfuerza por presentar a la iglesia como la gran asamblea divina, dignificando a personas sencillas y de razas despreciadas, de manera que Dios se hace presente en medio de los pequeñitos del reino.

Un ejemplo de la manera en que Mateo cuenta la historia de Jesús, combinando el acontecimiento de Cristo, las escrituras hebreas y la teología de su comunidad, está en el relato del nacimiento de Jesús (Mateo 1-2). En estos dos capítulos se repite con frecuencia: “Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta” (1,22-23). Así, reutiliza textos que originalmente tenían otro significado, como el de una muchacha joven (en hebreo, Almah) que dará a luz un hijo (Isaías 7,14) (no se sabe quién era originalmente –probablemente la esposa del profeta), para referirse al nacimiento de Cristo a través de la virgen (Parthenos) María. De este modo el acontecimiento original del nacimiento de un niño que será señal divina es reinterpretado como el nacimiento de otro niño, el hijo de Dios.

También la identificación del nacimiento de Jesús con la aparición de una estrella y unos magos (2,1-12) corresponde a una tradición judía que identifica a la estrella de Jacob como una estrella mesiánica de Números 24,17, tal como lo anota el Targum palestinense:

Yo le veo, pero no (está aquí) ahora;

Yo le contemplo, pero no está cercano.

Un rey surgirá de los de la casa de Jacob

Y un Redentor y un jefe

De los de la casa de Israel

Y matará a los poderosos de los moabitas,

Y exterminará a todos los hijos de Set

Y vaciará a los detentores de las riquezas.

Además de esto, se enfatiza a Belén como lugar de nacimiento. Para dar relevancia a Belén como patria mesiánica, el evangelista introduce el texto de Malaquías 5,1, cambiando el significado de la pequeñez de la ciudad por el de un futuro grandioso. También el relato de la huida a Egipto puede comprenderse como historiografía creadora, una nueva manera de contar el Éxodo, para presentar a Jesús como el nuevo Moisés, perseguido por Herodes (un Faraón), y por lo que se promete un retorno liberador para Israel. A la vez, se conecta el tema del éxodo y el destierro mediante el recurso de analogía entre palabras y hechos que se narran, cuando afirma que “Raquel que llora a sus hijos y no quiso ser consolada, porque perecieron” (2,18) como un eco de Jeremías 31,11 anunciando el exilio. De esta manera, se re-crean los motivos el éxodo y el destierro a la luz del retorno mesiánico.

Los escritos de Lucas comprenden dos tomos: el evangelio y el libro de los Hechos. Los dos escritos están dirigidos a la misma persona, un hombre llamado Teófilo, a quien el autor llama excelentísimo, lo que podría indicar que era una persona gentil, pagana, en un puesto de autoridad, alrededor del año 85 EC. Como Mateo, Lucas se preocupa por los relatos de la infancia, la preparación para el ministerio incluyendo el bautismo, su ministerio en Galilea, el viaje a Jerusalén, el ministerio en Jerusalén y la última cena, la pasión su muerte, sepultura y resurrección. Tanto en el evangelio como en los Hechos, se resalta la presencia de los pobres, los marginados y las mujeres. Hay un fuerte sentido de continuidad en el que la iglesia, en el Espíritu, está relacionada con Jesús. Pablo y Pedro son continuadores de la proclamación de Jesús. A su vez, Jesús es continuador de la tradición profética del Primer Testamento (Lc. 4:16-30). Es el Espíritu el que da continuidad, es el verdadero protagonista, el que está presente en toda la obra (Lc. 4; Hch. 2; Hch. 11).

Un ejemplo de relectura es Lucas 4,14-44. Aquí hay un Derash de Isaías 61,1-2, en el que el autor ve en Jesús una actualización del llamado al profeta en una nueva época. La frase “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (4,21) es una expresión típica de la exégesis derásica, que propone actualización del mensaje: Jesús encarna el mensaje porque él quiere poner en práctica el mensaje que iba dirigido a otra persona, al profeta Isaías y sus discípulos.

El evangelio de Juan, escrito cerca del año 90 EC, es un caso particular entre los evangelios. Su lenguaje es diferente. Su estructura no sigue el patrón de los otros tres evangelios -conocidos como los sinópticos-. Y su teología pretende revelar nuevos aspectos de la vida de Jesús. Enfatiza la relación del cristiano individual con Jesucristo (Jn 21). Se enfoca en presentar a Jesús como el Hijo de Dios, existente antes de la creación (Jn 1; 17,1-3). Usa los símbolos de la vid (Jn 15) y del pastor (Jn 10) para mostrar que para la comunidad es vital creer a la vez que permanecer en Jesús. El discipulado es más importante que el apostolado. Resalta el ministerio de la mujer y su participación activa en la iglesia. El Discípulo Amado es una persona real, pero más que eso es la encarnación de los ideales del evangelista: es el modelo para los cristianos.

Algunos han dicho que Juan es un libro antijudío. Es cierto que refleja el conflicto entre los cristianos y los judíos hacia el final del siglo I. Sin embargo, se vale de las categorías hebreas de interpretación para aplicar al acontecimiento de Jesús lo que está en las escrituras hebreas. La presencia de las fiestas hebreas en el evangelio de Juan es muy interesante. En cada una de ellas, Jesús aparece como el sentido de la fiesta. Por ejemplo, la expresión: “yo soy la luz del mundo” (Juan 8,12-20) se encuentra dentro del contexto de la Fiesta de los tabernáculos, celebración para recordar y representar de manera teatral la peregrinación de Israel por el desierto en su marcha hacia la tierra prometida.

Durante los cuarenta años de peregrinación, el pueblo de Israel fue guiado por una columna de fuego. Para recordar esta luz divina que los guiaba por el desierto, había una ceremonia de luces como parte de la celebración anual de la fiesta de los tabernáculos. Durante cada noche de la fiesta la congregación de Israel se reunía en el patio de las mujeres. Toda la plaza estaba iluminada por lámparas y antorchas. Durante toda la noche el pueblo celebraba con canciones alabanzas y danzas. Los levitas tocaban trompetas y arpas y los hombres danzaban con antorchas en sus manos. Era uno de los eventos más alegres de todo el año para los judíos. La luz de la ceremonia representaba la presencia de Dios entre su pueblo. Y, en medio de esta ceremonia de luces, el Jesús de Juan declara “Yo soy la luz del mundo” (8,12).

Así, el escritor del evangelio ve en Cristo a la misma presencia de Dios entre el pueblo, la manifestación de la Shekinah. Él es la Torá encarnada. A él aplica Juan lo que dijo Isaías acerca de Israel “Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Is 49,6; cf. verso 3)

Los evangelios son muestra de que la fe cristiana consiste en una relectura creativa de los acontecimientos presentes a la luz de las Escrituras. Esta es la lógica del círculo hermenéutico: del mundo a la Biblia, y de la Biblia al mundo.

La lectura de las escrituras no debe limitarse solamente a esclarecer la situación histórica en que se produjo el texto. Este es trabajo de los exégetas, muy valioso para comprender el el contexto vital de las primeras comunidades que produjeron los textos.

Pero es, ante todo, un acto creador y creativo, que se vale del potencial simbólico de los textos para hacer de ellos un nuevo mensaje para nuevas realidades.

Las nuevas experiencias espirituales, culturales y sociales permiten a las personas ver otras dimensiones de estos textos, de modo que la lectura no se agota en la primera intención, sino que se renueva según los signos de los tiempos.



Juan Esteban Londoño

Juan Esteban Londoño (1982), filósofo y teólogo colombiano. Magister en ciencias bíblicas. Ha realizado estudios de Filosofía y Literatura en la Universidad de Antioquia; de Teología en el Seminario Bíblico de Colombia; y de Ciencias Bíblicas en la Universidad Bíblica Latinoamericana, de Costa Rica. Actualmente es candidato a Magister en Filosofía en la Universidad de Antioquia. Ha publicado los libros El nacimiento del liberador, un sueño mesiánico (2012), Para comprender el Nuevo Testamento (2013), diversos artículos en revistas, como también obras musicales y literarias.

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