miércoles, 9 de septiembre de 2015

A vueltas con la “religión”.



Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Religión así, con minúsculas. No nos parece, no nos ha parecido, a los componentes de nuestra asamblea litúrgica de hoy que la religión merezca una excesiva consideración, y, sobre todo, que tenga, generalmente, un sentido y orientación positivos. Más bien, todo lo contrario. El pequeño número de los participantes en nuestra misa diaria, en los días de la semana, nos permite establecer un verdadero diálogo, y desmenuzar la Palabra, casi en pie de igualdad, entre el presbítero que preside, que soy yo, y la pequeña asamblea. Así que os trascribo la segunda parte del evangelio de hoy, lunes de la 22ª semana del tiempo ordinario, para ver a alguna de las conclusiones a las que hemos llegado.

“Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: “Levántate y ponte ahí en medio.” Él se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: “Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?” Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: “Extiende el brazo.” Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús”. (Lc 6, 6-11).

Los escribas y fariseos, en este, como en tantos textos del Evangelio, representan a lo más granado y fiel representante del fenómeno religioso. Una de las principales características del ser humano religiosos es, justamente, su apego y veneración al culto, más que a las disposiciones, favorables o desfavorables, a las personas concretas. Grabemos, pues, esta característica de la religión, que nos ha parecido indiscutible, no solo hoy, sino siempre que sale el tema, y Jesús es reprochado o condenado porque siempre, entre la religión y la persona, nuestro Maestro elige la persona sin excepción. “No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre. De modo que el Hijo del Hombre es también Señor del sábado”. (Mc 2, 27-28). Y hay otros muchos textos con la misma enseñanza del Maestro.

Estoy escribiendo estas líneas porque acabo de leer en Religión Digital, (RD), un artículo, más bien, una presentación, o reclamo, o anuncio y aviso, firmado por Juan José Tamayo, del 35º Congreso Internacional que la Asociación Teológica Juan XXIII organiza todos los meses de septiembre desde hace treinta y cinco años. Y justamente, este años el tema es “Las religiones: violencia y caminos de paz”. Es decir, versará sobre el tema tan esencial de si debemos considerar, o no, el “seguimiento de Jesús” como una Religión. Una de las conclusiones que hemos sacado, a pesar de la pequeñez y humildad de nuestra asamblea eucarística, es que Jesús ha sido, en la Historia, uno de los principales críticos, y de los más corrosivos, con la Religión.
Yo ya he escrito en este blog, varias veces, los tres elementos esenciales, y que no pueden faltar, a toda religión: el espacio sagrado, (templo), el tiempo sagrado (los ritos), y la burocracia clerical (el clero). (Como la Iglesia primitiva, de los tres primeros siglos, no tenía ninguno de estos elementos, fueron considerados durante mucho tiempo ateos, y gente ruin y salvaje, sin el freno y la horma de la religión en su comportamiento. Pero como el ejemplo de su vida, a pesar de esos aparentes fallos, era luminoso por el amor que se profesaban, y la fraternidad en que vivían, acabó por convencer y tumbar la solidez de la vida que sus espectadores disfrutaban con los valores romanos).

Antes de acabar, aprovecho para pedir a algunos representantes de la Conferencia Episcopal Española (CE) que perfectamente podían hacerse presentes en alguno de los días en que va a discurrir el congreso, que se realizará del diez (10) al trece (13) de Septiembre. Además, ya que en él va a ser homenajeado monseñor Romero, y recordado Pedro Casaldáliga, sería totalmente reconfortante la presencia de Ricardo Blázquez, o de Carlos Osoro, o de los dos, sobre todo después del feo que la CEE, por instigación, ¡según rumores!, de Don Antonio Rouco Varela, perpetró no solo contra Romero, sino contra toda la Iglesia Latino-Americana, no acudiendo, a través de ninguno de sus obispos, a la magna fiesta latino-americana de la exaltación de monseñor Romero.

(Y como se me hace muy largo este artículo, el elemento esencial de las religiones que yo quería comentar hoy en estas líneas, “EL clero”, lo dejaré para mañana).

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