domingo, 13 de noviembre de 2016

Otra fe y otra política son posibles para América Latina.



Grupo de Estudios Multidisciplinarios sobre Religión e Incidencia Pública (GEMRIP)

DECLARACIÓN

América Latina se encuentra en una coyuntura caracterizada por las tensiones que emergen entre la necesidad de transformaciones políticas radicales, la atención a demandas urgentes en todos los ámbitos sociales y las luchas ideológicas que entran en juego para responder a estos procesos. Es en este contexto donde las iglesias cristianas –tanto católicas como evangélicas- han cobrado una significativa visibilidad como agentes centrales en la toma de posicionamientos y los procesos de diálogo en el espacio público.

En este sentido, se ha instalado la idea de que dichas expresiones religiosas responden de manera homogénea a un conjuntos de cosmovisiones, definidas como fundamentalistas, de derecha, conservadoras o tradicionalistas. Lamentablemente, estas etiquetas tienen mucha razón de ser. Mientras históricamente han guardado silencio frente a temas de tal relevancia social como son la pobreza, la violencia, la violación de derechos humanos, entre otras problemáticas que afectan al desarrollo de la región, sí lo han hecho para cuestionar leyes vinculadas a la igualdad de género, al aborto y la educación sexual, a través de discursos pseudo-teológicos y con un nivel preocupante de argumentación. Esta diferenciación pone en evidencia las prioridades y los elementos centrales en la agenda social de un sector mayoritario de iglesias cristianas.

Quienes suscribimos a esta declaración representamos un conjunto de organizaciones religiosas que no se identifica con esta visión, y afirmamos contundentemente que otra fe y otra política son posibles para América Latina, a partir de una propuesta radicalmente distinta de la fe. Sostenemos que como cristianos y cristianas podemos ser coherentes con nuestra creencia pero desde un compromiso socio-político distinto, a favor de la justicia, la inclusión, la equidad y la igualdad.

De aquí, declaramos que:

1. El cristianismo, así como toda expresión religiosa, no puede ser definida como un cuerpo homogéneo de creencias sino debe ser comprendido como un marco donde entran en tensión diversas interpretaciones que dan cuenta de la pluralidad de experiencias y posicionamientos ideológicos de quienes suscriben a ella. En esta dirección, nadie puede reclamar de modo absoluto y clausurado una interpretación del texto bíblico, una definición de lo propiamente cristiano o un modo de vivir la espiritualidad, con el objetivo de legitimar un posicionamiento político particular.

2. Cualquier voz –sea religiosa o de otro tipo de expresión- no puede adentrarse al diálogo público planteando que su especificidad identitaria cuenta con un estatus de superioridad frente a otras, menos aún en términos religiosos. Este tipo de discurso imprime un inconcebible y reprochable punto de partida teológico que vulnera el acercamiento al Otro como principio fundamental para la facilitación de un espacio de diálogo democrático.

3. Es posible, y hasta un deber, apoyar los diversos procesos de ampliación de derechos, de lucha por la inclusión y de reclamo por el respeto de los derechos humanos -entre otros elementos que forman parte de una agenda política crítica y democrática- a partir de un cristianismo que prioriza la pluralidad frente a la clausura dogmática, la inclusión frente a la pertenencia institucional y el amor radical frente la violencia que genera la absolutización de una particularidad.

4. Las experiencias de espiritualidad, las comunidades religiosas y los discursos teológicos constituyen espacios y procesos de suma importancia para la cimentación de nuevos imaginarios y prácticas socio-políticas, desde una perspectiva democrática, inclusiva y justa. Por ello, instamos a diversos agentes sociales, cuerpos políticos y a la opinión pública en general a indagar en torno a otras experiencias, otras prácticas y otros discursos religiosos dentro del cristianismo, que se presentan heterodoxos y desde los “márgenes” de las prácticas oficiales o tradicionales, en pos de conocer y reflexionar en torno a un innumerable conjunto de vivencias alternativas que pueden ser incluidas como un aporte central a la construcción de procesos democráticos.

Suscriben:
Grupo de Estudios Multidisciplinarios sobre Religión e Incidencia Pública (GEMRIP)

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