martes, 13 de junio de 2017

¿Con qué combatiremos el fanatismo?



Floren Salvador

Sería desmedido hablar de pánico mundial respecto de los atentados que se suceden en Europa, en primer lugar porque sin haber en el mundo muertos de primera ni de segunda; en otros lugares de la tierra –puntos calientes le llaman- hay matanzas con más frecuencia que en nuestro continente. Si es cierto que los movimientos de masas se intensifican, por la necesidad humana de vivir mejor y buscar oportunidades. 

El hecho es que en la actualidad es innegable que el terrorismo fanático es un asunto de capital interés, por la importancia de su erradicación. Además, los grupos terroristas al alza y conocidos por todos pues perpetran en la actualidad las mayores catástrofes incluso con los de su propia religión; atentan contra todo aquello que pueda ser vulnerable sin pretender justificarse por medio de la enseñanza coránica. 

Algo impensable pues el dios Alah del sagrado Corán, no es ni más ni menos violento o bondadoso que el Dios que se nos muestra en algunas páginas de la Biblia. ¿Quizás se trata de un conflicto cultural en sí mismo? Creo que sí. Cultural y social. 

Hay reconocidas en el mundo países y zonas absolutamente debilitadas y desfavorecidas a los largo de épocas, bien por causa de los incesantes conflictos y también por el retroceso al que sus gobernantes han obligado al pueblo, al pretender aplicar tradiciones fundamentalistas del más extremo integrismo religioso. Muchos de estos gobernantes y aquellos a los que adoctrinan, pretender ganar terreno a occidente, no por medio del desarrollo intelectual, avances culturales o ampliación de derechos, no. 

Su planteamiento se basa en la más absoluta ignorancia –incluso de su propia religión-, pues pretenden ganar su batalla contra todo, por medio de la conquista como si viviéramos en plena edad media, cuando se conquistaban terrenos a golpe de espada. 

El caso es que es un autentico quebradero de cabeza para muchos países la actual situación, pues es casi imposible controlar la libertad humana de cada individuo, para no permitirle causar el mal. Además es un complejo encaje que nunca debe restringir derechos, como el de la privacidad y la libre autonomía de movimientos. Eso sí, algo hay que hacer. Y en ese algo hay dos factores que considero esenciales o que pueden colaborar de manera muy efectiva para erradicar el fanatismo religioso. 

Esos dos factores son el Cristianismo y el Islam. Cada cual como dimensión religiosa por medio de la cual el individuo se relaciona con Dios y con su entorno, y como elementos desde cuya doctrina –oportunamente contextualizada- se pueden derivar enseñanzas muy válidas para construir la paz, aplicando el respeto, la colaboración y la fraternidad; todo ello al servicio de toda la sociedad religiosa o no religiosa. 

Cuando hablo colaboración, llamo la atención de los hermanos islámicos pues ellos son de vital importancia para detectar en sus congéneres actitudes, predicamentos y enseñanzas que puedan adoctrinar hacia un fundamentalismo que capte personas para hacerlos objeto del terror y la muerte de inocentes. Es cierto que también hay fundamentalismo en el cristianismo, incluso ha existido de manera agudizada en ciertos grupos establecidos en países concretos. 

Pero en la actualidad es más que necesario el educar y enseñar en la necesidad vital de ser fraternos y humanos para poder tener cada cual nuestro espacio. Corán e Islam no pueden ser relativos a terrorismo, eso es un despropósito. Puestos así, no sé qué religión tendría más millones de muertos inocentes a sus espaldas. Es más que preciso no relacionar movimientos migratorios y refugiados con bombas, caos e inseguridad. 

Un mundo fraterno es un buen mundo, y la diversidad siempre ha enriquecido las culturas. Dejándonos cada uno nuestro espacio, pero sin pretender ser colonizadores de manera velada. 
He escuchado varias veces algo de me chirria los oídos respecto de los inmigrantes: “-que se acostumbren ellos a nuestras tradiciones que para eso están en nuestro país”. Pues, “tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis, anduve sin ropa y me vestisteis, caí enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y vinisteis a verme”. (Mateo 25,35) 

Si Cristo puede estar en cada uno de estos, ¿a cuál de ellos le vas a preguntar su procedencia como condicionante a tu fraternidad? Demostremos nuestra talla humana. Hagamos gala de cristianismo autentico –no solo del de la misa de los domingos-. Atendamos que en el Islam también se salvarán y que incluso habrá quienes nos lleven la delantera. Apliquemos el amor y las buenas intenciones, para llevar la bondad a los corazones y aspirar un mundo mejor, donde cabemos todos. Solo hay que apretarse un poquito.

Mi oración con Ignacio Echeverria -fallecido defendiendo la libertad en Londres- y mi solidaridad con toda su familia; así como con las demás victimas y heridos del terrorismo mundial.

Fraternalmente, Floren.

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